miércoles, 24 de mayo de 2017

nubarrones en la cabeza


Cuando abrí esta ventana en la red lo hice por una razón, quería vomitar lo que tengo dentro, sea lo que sea, y que me leyera alguien del mundo, de lejos, pero que riera y llorara, y se identificara conmigo de alguna manera con mis tonterías cotidianas. Por eso no he hecho mucha promoción entre los que me rodean porque no me quiero sentir coartada con lo que escribo, ya que hablo de mis pensamientos, mi vida y mi pequeño mundo. Por ahora me va bien, escribir me hace bien, es como una especia de catarsis, escribir sin la seguridad de que alguien te lea, pero eso es lo que me gusta. 

Y no siempre me rondan buenos pensamientos en la cabeza, a veces me siento triste, agobiada, desconcertada... porque soy una pesada pero analizo mucho el mundo que me rodea y me aturde cuando observo cosas que no me gustan, que no me encajan. 

Estoy a punto de acabar las prácticas del Máster, que han sido una de las mejores experiencias de este año. Lo he pasado genial y he aprendido muchísimo, diría que todo lo que no he aprendido en la facultad. Ahora estoy en medio de la vorágine del Trabajo Fin de Máster y me he dado de bruces contra la cruda realidad, el egoísmo tan grande que impera en esta sociedad. Para mi trabajo de investigación debo elaborar unas encuestas y mis compañeros del Máster se han visto en la misma situación. Algunos iban más avanzados que yo y hace tiempo me pidieron el favor que les echara una mano, y gustosamente lo hice porque, tengo muchísimos defectos, pero la empatía me ha caracterizado desde que tengo uso de razón. Pues cual ha sido mi sorpresa que cuando les he pedido el mismo favor me han dado de lado literalmente. Pensé que a pesar del agobio de las prácticas y demás iban a sentirse empáticos conmigo y me iban a echar una mano. Pues no. Lo cierto es que hace dos días tuvimos el último seminario en la facultad y yo llevé todas las encuestas que me habían pedido y las entregué, y evidentemente, exceptuando dos personas, nadie más respondió hacia mí. 

Lo más triste de esta situación es cuando entras a un lugar y notas que la gente evita mirarte porque saben que les has pedido un favor, que van a recibir un favor de tí y que ellos no van a corresponder ni con una explicación.


Me sorprendí a mí misma cómo mantuve la calma, y lo que me invadió fue una tristeza enorme. Y me sorprende porque siempre he sido un volcán de emociones, porque tengo tendencia a explotar y a no controlar el temperamento en según qué momentos. Pero he ido trabajando con esto y me di cuenta que ya no soy como era antes, y ahora lo que me cuesta es explotar y hacer lo que me pide el cuerpo. Bueno, tampoco debería ponerme a prueba... 

Estas cosas me hacen reflexionar, y pienso que no hay esperanza en el ser humano, cada vez más egoísmo, las personas no se plantean que lo que uno siembra eso recoge, y viven a la aventura de ser los dioses de sus mundos, sin cultivar la justicia y la solidaridad. Y todavía la gente se pregunta por qué el mundo se ha vuelto loco. 

Solucionaré este problema del Máster, ya estoy en ello. El problema no es tan grave, pero sí lo es la reflexión que hay detrás. Pero he tomado una decisión, no me cansaré de hacer el bien. Seguiré teniendo empatía y ayudaré en lo que pueda a todo el que lo necesite. Me niego a formar parte de un mundo mediocre. Y me siento libre haciéndolo, porque no hago lo que me piden mis entrañas más profundas (que es cortar un par de cabezas) sino hago lo que debo y lo que está bien. Para mí esa es la auténtica libertad.


Una semana de nubarrones en la cabeza, pero pasará, porque siempre lo hace, y después llegará la satisfacción del trabajo bien hecho. 

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