sábado, 6 de mayo de 2017

una vida más lenta


Poco a poco los días se van alargando y el sol remolonea más tiempo con nosotros, y eso me encanta. Me siento más activa, más despierta, también los antibióticos van ayudando. Me quedan unas semanitas de estrés así que más me vale echar mano a las vitaminas, la cafeína, eso sí, afrontarlo con calma.  

Y es que llevo ya mucho tiempo meditando sobre la velocidad en la que nos vemos envueltos día a día. Vamos corriendo de un lado para otro, con lengua afuera, y para todo tenemos fechas de entrega, fechas límites, que casi siempre eran para ayer... y la vida pasa sin darnos cuenta, y la mayor parte del tiempo la hemos cruzado a galope. Esto me recuerda el poema de Kavafis que traje hace un tiempo, sobre el camino a Ítaca. Y no puede ser que no nos permitamos echar del freno de mano y contemplar las vistas. 

Desde que pienso sobre esto he leído mucho sobre llevar una vida más lenta, el "slow living" que llaman ahora, porque todo tiene que tener un término en esta vida no vaya a ser que nos volvamos locos. Actualmente existen muchos conceptos que aluden a lo que intento poner por obra desde hace tiempo: Slow Live, Minimalismo, Hygge... no significan lo mismo, pero sí me quedo con parte de cada término. La cultura de la Tranquilidad lo llamo yo, un volver a los orígenes, a la vida consciente. Vivimos en un mundo salvaje, donde se nos obliga a consumir vorazmente. Los objetos ya tienen una vida muy corta, para que nos veamos obligados a comprar, sentimos la necesidad de hacernos con todo lo que nos ofrecen porque se supone que nos hacen la vida más cómoda. Evidentemente, para qué voy a volver a las cavernas con la comodidad que me ofrece la vida moderna. Pero ojo, ¿de verdad tenemos la imperiosa necesidad de consumir como lo hacemos? o ¿seguro que no podemos aflojar un poco la velocidad y vivir más calmadamente? Estoy convencida de que podemos hacerlo, es más, es lo que estoy intentando hacer desde hace ya un tiempo.


Cambiar radicalmente nuestras vidas, y más si es en la dirección contraria a la que va la mayoría de la sociedad es muy difícil. En realidad nada está de nuestra parte, somos nosotros contra el sistema. Pero yo lo voy intentando y me sorprende cómo va cambiando mi manera de pensar. En primer lugar, si hablamos de una vida minimalista, no estamos hablando de unas paredes blancas y dos muebles. Bien sabe el que me conoce que mis gustos estéticos distan mucho de esta vía. Intento ir más allá, hablo de una actitud. ¿De verdad necesito todo lo que acumulo en casa? La verdad es que no, y lo descubrí el 31 de Diciembre del año pasado, que mientras limpiábamos para dar la bienvenida al año nuevo me hizo un clic en la cabeza y me vi rodeada de una tonelada de cosas que llevaba guardando no sé muy bien para qué. Arramblé con todo eso. No me quedé contenta y me planifiqué un nuevo proyecto que lo titulé "Soltando lastre". Durante la primera semana del 2017 fui habitación por habitación y me deshice de todo aquello que en realidad no necesitaba. Y lo a gusto que me quedé. Después de cinco meses, aún hoy no me he acordado de todas aquellas cosas. 

Esta forma de vida, menos consumista, debe ir íntimamente ligada a nuestra manera de comprar. Hay que cambiar el chip, pero sí es verdad que no se hace de la noche a la mañana. Como todo en esta vida, esto también es un proceso de poco a poco. Por ahora he ido añadiendo unas premisas que me van funcionando. A la hora de comprar intento ser más sostenible, si me puedo llevar parte de la verdura sin la bolsa que te ponen en la frutería, mejor. Prefiero comprar algo que necesito con una cierta calidad (la que el bolsillo me permita también) a tener que renovarlo cada cierto tiempo. Por otra parte, estoy intentando que mis compras ayuden directamente al comercio local. Incluso, me he negado a volver a la clínica dental donde me traté hace unos años y estoy buscando una consulta que su política de empresa no sea sacarme todo el dinero que puedan y que ayude a ese pequeño empresario que intenta sobrevivir. Salto de un tema a otro pero es un poco lo que quiero mostrar, que esta actitud nos influye en todos los ámbitos de nuestra vida. Es una vida más ética, podríamos decirlo así, con nuestro mundo y con las personas que nos rodean.


Además de una vida más sostenible y menos consumista se suma la velocidad con la que la afrontamos. Y esto es a lo que mejor me he adaptado. Es evidente que en muchas ocasiones los tiempos no los rige uno sino los que nos rodean, el trabajo, la sociedad... Pero ojo, no hablo de hacerme anacoreta y un ser asocial apartado de los esquemas de hoy. Hablo de educarnos y educar a los que nos influyen en nuestra vida. Hay que trabajar, hay que cumplir compromisos, hay que vivir... pero todo eso se puede hacer de otra forma. Porque somos nosotros los que cedemos a los imperativos del "esto es para ya". Nos hemos acostumbrado a ser los más eficientes, los primeros, los mejores, los que nunca dicen que no. Y si quieres llegar a la tumba y decir "He cumplido" pues adelante, sigue así. Pero si quieres llegar al mismo sitio y decir "Lo he saboreado", te propongo que aprendas a decir "para ya no, para dentro de una hora quizás".

Para qué queremos tanta modernidad, tanta tecnología, tanto progreso si somos esclavos de todo ello... es que es para pensarlo porque sólo tenemos una vida en este mundo, y a partir de los veintitantos empieza a volar. El tiempo debe ser nuestro aliado, no nuestro enemigo, y gastamos muchísimo tiempo para conseguir dinero, para comprar cosas que nos hagan la vida más fácil... es una paradoja! En realidad el dinero que gastamos no es dinero, es tiempo. Y yo me he dado cuenta que necesito menos de todo y más de tiempo. Más de pararme a mirar a los ojos a la gente cuando me habla, más de profundizar en las conversaciones después de un "qué tal", más de ayudar a quién le hace falta con tranquilidad, más de saborear cada momento, aunque ese momento sea trabajar, más de construir con mis manos, más de vivir más consciente.


Me queda mucho, estoy empezando y me doy cuenta que es un cambio de vida que se verá en el día a día de manera paulatina. Pero ya he descubierto algo, tomarse la vida con calma no está reñido con ser efectivo. Vivir de esta manera no es perder el tiempo, es fecundarlo.

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