Y como la brisa que está dando ahora fuera de casa, así he vuelto. Desapercibida. Vaya viaje. Que aún no termina.
Un año ha pasado desde que me permití decir en voz alta "oye, pues creo que esto me está costando, que no soy la misma... que no llego." Ha sido difícil, a veces lento y trabajoso. Pero llamar las cosas por su nombre ayuda, y si uno está triste y no sabe cómo gestionarlo debe decirlo, qué bobería andar perdido en los pasillos de un supermercado... triste sí, pragmática también. Y ahí va mi reflexión sobre este camino que hoy, puedo contar.
Un estado de tristeza es lógico cuando a tu madre le sobreviene una enfermedad complicada, cuando los médicos no te dicen ni que sí ni que no... que todo es un "a ver". Lo curioso es que mi tristeza no iba por esos derroteros. El plato fuerte del mensaje es, si soy creyente y tengo fe, deberé tenerla aún en los momentos difíciles, ¿no? y la verdad es que eso no me falló. No era cuestión de tener fe y convencimiento de que mi madre iba a salir de esta. Fe absoluta de que todo estaba controlado por Dios y que lo que quisiera que fuera a ocurrir era su voluntad. Siempre me mantuve calmada ante la posibilidad de que mi madre se fuera... ¿acaso no es para lo que nos preparamos? Para partir, y estar con el Señor, lo cual es mucho mejor...
El dolor se hace insoportable cuando es innecesario, cuando es gratuito. Estás haciendo un esfuerzo por estar entera, por servir de ayuda, de consuelo, por ser el aire fresco cuando todo son caras largas. Es duro tener las cosas muy claras, saber exactamente qué es lo importante en esta vida, y ver a tu alrededor de todo menos juicio.
Me ha costado mucho aceptar ciertas cosas durante este camino, quizás comencé a recuperarme cuando hallé la respuesta correcta y me centré en cómo debía afrontar las cosas. Ser el timón y la brújula en un viaje con tormenta, dar ejemplo.
Y así ha pasado un año. Y como siempre conmigo, los cielos se abrieron, y mi madre se ha curado. Milagrosamente. Y he captado el mensaje. Y para mí también ha sido un aprendizaje. No únicamente un aprendizaje, muchos. Ni me imaginaba lo que iba a sufrir con esta situación, ni los motivos de mis lágrimas. Pero he aprendido a amar, a pesar de todo.
Y se dice fácil cuando nos sentamos alrededor de una mesa, con comida y vino, charla y sin grandes problemas. Amar cuando te están metiendo el dedo en el ojo es complicado. Que se te remuevan las entrañas porque se avivan viejos sentimientos, malos recuerdos... solo ayuda a que hagas lo que te pide el cuerpo, dar un portazo.
Pero vaya, nada nuevo bajo el sol.
Y llega el momento en que debes tomar una decisión, repetir los mismos patrones que vas viendo o apostar por algo mucho más arriesgado... responder con amor. Y al principio, cuando respondes con cariño, o te haces como si no has escuchado algo que te chirría en el oído, te vuelves a casa con un resquemor, que incendiarías una ciudad de la rabia que tienes contenida y no has soltado. Y no te has podido quedar a gusto. Aún recuerdo un viaje en metro hasta el aeropuerto que rompió en llanto. Lloré en el aeropuerto, lloré en el avión, lloré de camino a casa hasta que rendida caí dormida, de tanto llorar.
Pero el tiempo va pasando y te vas acostumbrando a la nueva situación porque tienes la convicción de que ese es el camino. Y mi tristeza se ha ido diluyendo, y en su lugar ha crecido un poco más de cordura. Y siento que he superado la prueba.
Esto me ha cambiado, no seré la misma. De eso se trata, de crecer, de madurar, de superar. No puedo negar que los años y las experiencias van haciendo mella en nosotros. Te vas dando cuenta de lo agridulce de la vida, vas perdiendo esa chispa de ingenuidad e inocencia que venía de fábrica. Es algo que también debemos entender como algo más de la vida. También se van añadiendo cosas que suplen las ausencias, sabiduría, capacidad de perdonar, de amar, a pesar de todo.
Un poco intenso para romper el hielo después de un año, ¿no? No podía ser menos después de tremendo viaje. De camino a casa.
Estoy llegando al borde de un océano en ascenso
tal conmoción y miedo
manteniendo nuestros ojos en lo que está en el horizonte
y todo lo que tenemos...


2 comentarios:
Mi querida Betsa todas tus palabras hablan de tus duros momentos pasados pero también de experiencias vividas, enriquecedoras y de tu VALENTÍA de seguir al pie del cañón, de AFRONTAR y yo añado a tu crecer, madurar y superar, APRENDER, y de encontrar otras vías para encontrar el camino de vuelta a casa. Y todo ello te hace mucho más GRANDE como PERSONA.
Ahora sí, espero que este año tu camino no tenga tantas curvas y pueda seguir compartiéndolo a tu lado.
Sole
A tu lado, el camino se hace mucho más llevadero. Quérote.
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