martes, 7 de julio de 2020

Mountain To move



Pues parece que han llegado... las vacaciones digo. 

Por fin se acabó este curso tan complicado. Termino un ciclo un poco agridulce. El aprendizaje ha sido enorme. Estos dos cursos me han ayudado a sentar las bases de esto de ser docente. En líneas generales estoy muy contenta, me gusta mi trabajo, disfruto dentro del aula, conectando con mis chicos. Pero la verdad es que todo lo que rodea al trabajo a veces no es tan agradable, y es lo que propicia que el docente termine burn out. Como todo en esta vida, si no te esfuerzas, si no te creas una estrategia y te dejas llevar por la corriente de "siempre se ha hecho así" corres el riesgo de entrar en una dinámica mediocre de vivir para trabajar. En su momento me di de plazo cinco cursos para establecer unos buenos hábitos laborales, porque en la docencia es muy difícil desconectar y más complicado todavía separar lo profesional de lo personal. Ya he terminado mi segundo curso, espero que por estas fechas dentro de tres cursos haya conseguido el equilibrio entre el amor a mi profesión y el amor a mí misma y mi estabilidad mental. 


La siguiente aventura es un centro nuevo, a cinco minutos de mi casa. La historia tiene miga. El curso pasado no obtuve destino definitivo, algo muy común cuando sacas plaza y con tan poca puntuación. Yo me quedé fuera. Este curso obtuve destino. Y lo lógico es que me toque al otro extremo de la isla como mínimo o, incluso, en otra isla. Pues fíjate, como siempre, con la tremenda manga que tengo del cielo, me dieron destino en mi propio pueblo. Mis amigas ya se empiezan a dar cuenta de este tipo de cosas que me ocurren. Cuando los cielos se abren para mi, el Señor me da lo mejor de lo mejor. 

Así que ilusionada y con vértigo iré en septiembre a mi nuevo y definitivo destino. Con dos años ya de experiencia voy viendo cosas que debo pulir, qué errores no debo repetir y qué aciertos he tenido. A ver qué tal se presenta el curso que viene. Raro va a ser seguro, aunque el cambio de aires me va a venir genial. 

A todas estas, yo no venía a hablar sobre esto, sino sobre mis planes para este verano. Pero me enrollo como una persiana, ya me voy pareciendo a mi amiga Sandra Lorenzo.

El caso es que cambiamos de estación y con ella llegan mis vacaciones y con ellas las ganas de cambiar rutinas. Como siempre que me quiero animar cuando estoy hasta arriba de trabajo, me hice una lista hace unas semanas en la que iba apuntando planes para el verano. Es una lista bastante normal y realizable, pero no necesito grandes planes para sentirme en calma. Tengo últimamente un batiburrillo de emociones, a veces mal colocadas, que estoy intentando gestionar correctamente y estoy buscando esa calma que se había instalado en mi vida y que ahora veo de vez en cuando. Aunque ahí va una reflexión: quizás no es que la haya perdido sino que me he acostumbrado a ella y ahora me vuelvo más exigente y quiero alcanzar otro nivel. Puede ser. 

Bueno, ahí va mi lista, a ver qué te parece. 



Caminar por la playa. Me he propuesto ampliar mi dosis de ejercicio, ya voy dos días a pilates y quiero añadir dos días más por lo menos para caminar. Cerca de casa tengo Mesa del Mar, una playa que está bien para caminar porque tiene un paseo y me motiva más caminar viendo el mar que por las calles del pueblo, llenas de pechadas. Ya empecé con este plan, me gusta ir tempranito, cuando casi no hay nadie y se nota bastante el fresquito. Por ahora no me he dado un chuzo después de caminar, pero entra en mis planes un chuzo rápido antes de volver a casa. 

Leer, leer y leer. Reconozco que en la primera versión de esta lista me vine muy arriba y me propuse leer entre dos y tres horas diarias, porque quería leerme un libro por semana. Pero a ver... que soy muy apretada a veces. Estoy encantada con este plan, porque he vuelto a cogerle el gusto a la lectura. Aún tengo lucha por dejar el móvil para coger el libro en algunos momentos del día, pero cada vez son más momentos de libros que de pantallas. Por otra parte, me he hecho un listado de las novelas de Isabel Allende que me quiero leer (no en este verano obviamente) y una selección de grandes clásicos. Ahora estoy con De amor y de sombra de Allende. Me está gustando mucho, pero aún conservo en el corazón la sublimidad de La casa de los espíritus y no puedo evitar compararla. Después de esta posiblemente me lea Orgullo y prejuicio de Jane Austen, de esta edición tan chula de RBA que está a punto de llegarme. 

Coser. He conseguido hacerme un patrón para una blusa con mis medidas exactas. En principio quiero probar a hacerme una blusa a ver qué tal. El otro día iba a deshacerme de unas fundas de edredón que ya están viejitas, pero las voy a usar para practicar antes de gastarme un dinero en una tela chula y luego me salga un mojón. En esas estoy. Me apetece dar a a luz este verano algo bonito de la máquina de coser, que por cierto, ya tengo en mente desde que pueda comprar una máquina que la mía me está dando problemas y tiene muchos años. 

Menos móvil más vida. Esa lucha constante por no caer en el absurdo de la pantalla. En principio, el confinamiento me trajo cosas buenas pero alguna que otra rutina fea, como unos cuantos juegos de esos del móvil. El nuevo vicio del siglo, qué barbaridad. Esa necesidad creada de estar haciendo otra cosa además de ver una película, como jugar con el móvil o ver las redes... ¿por qué? una estupidez como otra cualquiera pero que te quita atención plena de lo que estás haciendo. Por lo pronto, desde que pisé las vacaciones al móvil le hago menos caso y la ojeada al Instagram o el Pinterest está siendo de poco tiempo. No me apetece estar enganchada a la pantalla todo el verano. Lo justo. 


Pasear sin mirar el reloj ni mapa. Me apetece muchísimo salir donde nos apetezca sin mirar la hora. Antes teníamos la costumbre de pasear por La Laguna o el Puerto de la Cruz con Turkana, sentarnos en alguna terraza, charlar hasta que nos diera hambre. Después de que la familia ha aumentado y ahora tenemos a Obi y Anakin los paseos no son tan tranquilos, porque estar pendiente de tres perros es más estresante, pero me gusta mucho este plan. Nos hemos propuesto volver a la rutina. 

Campamento. Este es uno de los planes que más me apetece y creo que es el más difícil que vamos a tener porque aún no han abierto las zonas de acampada y dudo que lo hagan este verano. Me da mucha pena porque cada vez que subimos a la corona forestal y acampamos durante días me reconcilio conmigo misma, es una auténtica catarsis para volver a mis orígenes. Ojalá que el Cabildo tenga un plan y abran las reservas para poder ir en agosto. De todas formas, retomaremos nuestros picnics y siestas en el monte.

Cocinar. Me explico. He cogido el toro por los cuernos y he ido al médico para cambiar de hábitos y bajar todo el peso que he ido cogiendo durante estos últimos tres años. Esto da para otra historia, pero lo que vengo a contar ahora es que necesito estar motivada para afrontar el verano donde la cerveza es la bebida estrella y los encuentros entre amigos y familia siempre van asociados a comida y muchas veces poco saludable. Así que me toca volver a coger gustillo por la cocina y elaborar platos chulos y saludables. 

Disfrutar de la matriarca. Ocha, mi abuela, se va haciendo mayor, ya está rozando los noventa años y es innegable que nuestro tiempo juntas está más cerca de su fin. Goza de muy buena salud, pero ya son muchos años. Con esto de la enfermedad de mi madre se ha creado un lazo muy fuerte entre las mujeres de la familia y me apetece disfrutar de ellas. El confinamiento también cortó nuestras comidas familiares y quiero volver a normalizarlas. Disfruto mucho de tener a toda la familia en casa los domingos, aunque no quepamos todos en la cocina para comer. 

Veladas de verano. Me encanta el verano por sus veladas de charlas y juegos en el patio. No estar mirando la hora porque mañana tienes que madrugar, dejar que el propio cuerpo sea nuestro reloj y pasar horas charlando con mis hermanos, jugando a algún juego de cartas, disfrutar de un vino Fran y yo y la música de fondo... me encanta. 



Living for God. Esto debería estar en lo primero de la lista por la importancia que tiene para mi. Con esto del confinamiento Fran y yo nos hemos dedicado a grabar himnos para los sermones que se han realizado virtualmente. Grabamos unos cuantos durante el confinamiento, con una edición bastante casera, con pocos recursos y poca materia prima porque no se nos caracteriza por cantar como ángeles (aquí un ejemplo bastante modesto), pero es una obra preciosa para el Señor y son unos ratos que disfrutamos haciendo algo que consideramos importante. Este verano queremos aumentar el repertorio y así vamos mejorando. Además, vuelvo a tener más tiempo para que mis devocionales a primera hora sean sin prisa y tener un tiempo para poder leer la Biblia y orar con tranquilidad. 

Escribir. Siempre me ha gustado escribir, pasar por aquí y volcar un poquito de mi. Los días pasan y muchas cosas que tengo en la cabeza se diluyen y este ejercicio de sentarme y teclear me gusta, porque me reordena y me calma. 

Naturally. Culo inquieto que soy, tengo un proyecto que he llamado Naturally, en el que quiero hacer cosmética natural, no como negocio sino para mi. Tenía un fondillo para mi primera inversión pero la nueva lavadora se lo llevó sin pedir permiso, así que esperaré a después de verano. Pero sí que sigo en fase de investigación, aprender de este mundo que es enorme. Hasta me viene bien esperar un poco más porque soy muy metódica y seguir estudiando durante el verano recetas y consejos harán que mi primera inversión sea lo más acertada posible.  

Tejer. Llevo un año para hacer una rebeca. Se me ha atragantado, además del poco tiempo que le he dedicado. Y eso que cada vez que cojo las agujas siento un placer tremendo. Pero la verdad es que como comenté hace poco, el último año ha sido duro y he tenido poco cuerpo para poco. Pero esta terapia es necesaria. Le he cogido un poco de fos a la rebeca que estoy haciendo, que es preciosa, pero quiero terminarla ya y empezar algo nuevo que me motive, como símbolo de obstáculos superados. 

Trece planes. Madre mía... qué intensa soy. Pero como verás, son cosas muy sencillas, esos placeres cotidianos que son en realidad la esencia de la felicidad (en minúscula), sentir placer con las pequeñas cosas de la vida, con los pequeños detalles. Detalles que calman y reconfortan el alma. 




Ojalá pudiéramos ver que somos los reyes de la alegría suplicando tristeza. 
Nos perdemos en la comparación cuando todo lo que buscamos nos está mirando.
El mundo se está desenredando, ¿quiénes podemos ser?
No quiero vernos perder ni una vez más, 
este es el momento de mover la montaña así que muévela. 
Despierta ahora, despierta ahora, despierta ahora...

4 comentarios:

Unknown dijo...

Te faltó, quedar con tus compis-amigas, todo lo q podamos.
Me encantas Betsa!!!

Fran López dijo...

Me apunto. Kissss

Betsabé dijo...

Eso no hace falta ni añadirlo a la lista, ya está hecho!!!

Betsabé dijo...

cómo no se iba a apuntar mi Franito!