Los días pasan en un abrir y cerrar de ojos. Me sorprende cómo me impacienta ver mis metas tan lejos pero, a la vez, los días y meses van pasando como si nada. Un poco paradójico, la dicotomía entre la fugacidad del tiempo y la impaciencia del aquí y ahora. Hace días veía unos vídeos para mis clases del máster, que tratan sobre la innovación en la educación y las nuevas corrientes que se intentan introducir en el sistema educativo. Escuché una frase que me hizo pensar: el valor de la educación está en el camino, y no en la meta. Esta frase automáticamente me trasladó al poema Ítaca de Kavafis, y de ahí una reflexión. Lo importante no es Ítaca, lo importante es el viaje que hacemos hasta ella. Como creyente entiendo que mi lugar de destino sí es importante, en realidad es fundamental, pero sí es cierto que el camino debe cobrar importancia también, el aprendizaje que logremos en él.
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Me hace pensar. Tengo varias metas, muy claras, como sacarme unas oposiciones de profesorado y optar por una plaza, ser mamá, mantener una vida saludable... tengo más pero quizás éstas son un constante en mi día a día, y las que más me preocupan. A veces es complicado disfrutar del camino, mantener el talante y ser luchadora y valiente todo el tiempo. A veces se me hace cuesta arriba, porque algunas metas son a largo plazo, otras son difíciles de conseguir, casi todas no dependen sólo de mí y de mi esfuerzo... Pero comprendo que es una decisión mía llegar a la meta tras un camino gris y sin vistas, o disfrutar del paseo (o escalada, nado, y pata coja en según qué momentos!).
¿Y si pasa el tiempo, me esfuerzo, lucho, y no consigo la meta que me he propuesto? Es por eso que tengo que hacer un esfuerzo para vivir el presente, aprovecharlo al máximo y disfrutarlo. Puede ocurrir que no apruebe las oposiciones, o que las apruebe pero que no tenga plaza. Y ya mi meta la tendría que posponer para otra ocasión. O puede que no sea mamá. En realidad creo que esto último es lo más trascendental entre mis metas, tener una vida con o sin hijos es muy diferente. Y adaptarte a una vida u otra es importante. ¿Y si llego a Ítaca sin hijos? Tendré que haber hecho un esfuerzo para que mi camino hacia Ítaca haya sido agradable a pesar de hacerlo en una situación que no deseaba.
¡Qué compleja es la vida adulta!
Creo que es en esta reflexión donde radica nuestra felicidad, no es en las cosas que nos pasan, si conseguimos nuestros objetivos, si tenemos lo que queremos... es más profundo que eso, es la actitud que tienes ante esas situaciones. Por eso hay personas muy felices con muy poco, y hay tantos infelices con muchas cosas a su alrededor. Yo me siento feliz, la mayor parte del tiempo. La entiendo como una actitud, hago un esfuerzo por aceptar las cosas, por acomodarme a ellas. Nunca he tenido grandes cosas, ni muchas. Pero sí es cierto que cuando menos cosas he tenido, más feliz he sido. He comprendido lo verdaderamente importante, y me he preocupado por proveerme de lo importante, y en ese sentido soy inmensamente rica y feliz. Soy humana, y no siempre estoy echando cohetes, pero creo que la felicidad no es estar siempre contenta, creo que es mantenerme estable, agradecida con las cosas que me ocurren, las buenas y las malas, aprender de cada día, intentar ser mejor, y sentirme bien porque hago lo que debo. Eso y proveerme de una vida llena de pequeños detalles que me hagan más agradable el camino, ya sea disfrutar de un café, de un buen libro, de una charla agradable, de un paseo...
Por eso este espacio me llena, porque voy de camino a casa.




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