viernes, 24 de marzo de 2017

... y la primavera que no llega.


¿Quién dijo que había llegado la primavera? Vaya tela... ¡granizo, lluvia, viento, frío! Esta mañana marcaban 7º y eso por aquí no es muy común. Mis ganas de luz y calor (que no guisarme) no hacen sino aumentar. Esperemos que al fin llegue, pero que no se pase directamente al extremo de un verano de infierno.

Entre días de lluvia he empezado mis prácticas. Las estoy haciendo en un centro a cinco minutos andando de casa, un lujo. Y más lujo es el ambiente familiar que hay y cómo me tratan. No puedo estar más encantada. La vida del docente es una auténtica locura, cinco años estudiando una licenciatura, para pasarte la mayoría del tiempo mandando a no hacer escándalo o tratando temas que no corresponden a lo que has estudiado. Pero es que precisamente estudié la licenciatura de Historia del Arte para eso, no para estar en un museo o dedicarme a la investigación, sino para dedicarme a enseñar a chicos adolescentes con las hormonas revolucionadas. Y me reafirmo después de mi primera semana de experiencia, ESTO ES LO MÍO! Ahora lo tienen que escuchar los señores del tribunal de oposiciones. 

Me encanta el trato con los chicos, me encanta ser parte de su historia, fomentar su pasión por aprender. Vamos, que no me puedo quejar de nada, en su momento tomé la decisión de remangarme y ponerme a luchar por esta vocación que tengo, y por ahora no me he arrepentido. Por otro lado, ya he impreso el temario de las oposiciones... mas de dos mil páginas... para morirse. Cuando veo los seis libros que me he hecho me da una impresión que prefiero no mirarlos. Ya veremos cómo digiero todo ese nuevo mundo en el que en breve entraré de cabeza. Por ahora me quedan dos meses de prácticas y de TFM (mi pesadilla últimamente). Así que al toro.


No sé que me pasa, si es la búsqueda de placeres inmediatos, que busco minutos sueltos entre una cosa y otra, para lanzarme a tejer. Estoy que no paro, pero cuando tejo siento que me calmo, que las ideas se me acallan en la cabeza, y me concentro en la belleza de hacer punto. Ratitos robados al día, a veces apurando los últimos minutos antes de irme a la cama, pero me sientan como una auténtica terapia. Esta semana estoy a caballo entre una rebeca que me estoy tejiendo monísima, de un color rosa empolvado precioso; y unos calcetines con un punto de arroz roto, formando como un panal, a dos colores. Si no tardo en terminar estos últimos creo que irán directamente para mi hermana Rebeca (antes de que me los pruebe y ya no salgan de casa), porque no hago sino pensar en ella cuando los tejo, sabiendo que esa combinación de colores y ese punto debe encantarle. A ver si no me lío y los dejo a medias.

Nos gustaría, a Fran y a mí, salir este fin de semana a patear un ratito. Tengo que estrenar las botas montañeras que me cayeron en mi último cumple. Pero no tengo muchas esperanzas de que mañana amanezca radiante, así que ya iremos improvisando. Durante la semana andamos liados, nos vamos a la cama temprano para poder asegurarnos un mínimo de horas de sueño, y siempre tenemos mil cosas en nuestra lista de tareas, pero mientras las hagamos los dos juntos, nos conformamos. Ahora que lo pienso, por ahí queda media botella de vino de la semana pasada. Y estaba buenísimo. Lo apunto.


Poco más, por aquí andamos, esperando la ansiada primavera... 




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